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Individualidad y pacto

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“El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo” (Friedrich Nietzsche) En 1860, una de las primeras defensoras de los derechos de las mujeres, Elizabeth Cady Staton, afirmó en un discurso en la American Anti-Slavery Society que “hay una clase de matrimonio que aún no se ha intentado, la del contrato entre partes iguales que lleve a una vida de igualdad, con iguales restricciones y privilegios para ambas partes”. Con estas palabras, ya en esa temprana época, esta autora dejaba en evidencia un gran problema en las relaciones matrimoniales, los contratos o matrimonios pactados, habitualmente se hacían en función del varón y no de la mujer. De hecho, muchas autoras sostenían que el matrimonio, tal como estaba concebido, era una institución en la que sólo una parte, el marido, ejercía un poder similar al de esclavista sobre su espos

El mito de la mayor capacidad racional del varón


Rubem Alves, el escritor brasileño en su libro Filosofia da Ciência: Introdução ao jogo e suas regras (São Paulo: Editora Brasiliense, 1981), escribió: “Todo mito es peligroso, porque induce a un comportamiento que inhibe el pensamiento”. Inhibir el pensamiento es generar el caos producido por la ignorancia de quien cree saber y transmite sin cesar ideas que no tienen sustento lógico ni evidente.

Se suele decir, con una seguridad pasmosa, “los varones son racionales”, “las mujeres son emotivas”. Dichas frases sirven para acallar una discusión, descalificar una emoción, exponer una debilidad, y así sucesivamente, un sinfín de razones más o menos evidentes en la manera en que se repite. ¿Sobre qué base objetiva se sustenta? ¿Qué permite deducir tal concepto?

Las diferencias emocionales de hombres y mujeres

Varones y mujeres pueden emocionarse y expresar sus sentimientos casi con la misma intensidad, la diferencia es que desde niños son conducidos para inhibir la emoción o vivirla de manera espontánea. A las mujeres se las guía para que les resulte más fácil expresar y comunicar sus emociones, en cambio, los hombres son conducidos para reprimir su mundo emocional y desarrollar otros aspectos.

Las diferencias “masculina” y “femenina” se vinculan fundamentalmente con estereotipos, más que con realidades. Los varones son enseñados a no exteriorizar miedo o tristeza, y del mismo modo, a las mujeres se les conduce para que no expresen ira ni rabia de manera abierta y ante otros, eso no es “de damas”.

La psicóloga Irene Fridman, señala que: “La cultura marca un permiso mayor a las mujeres para poder sentir y expresar lo afectivo. Las mujeres han sido históricamente las representantes del mundo afectivo, en íntima asociación con la maternidad y la crianza. Al hombre, en cambio, se lo educa para tener más coartadas sus emociones”.

Emocionalidad versus racionalidad en mujeres y varones

Si se acepta hasta las últimas consecuencias las diferencias emocionales entre varones y mujeres, entonces implicaría una forma de dicotomía en la naturaleza humana, que haría imposible la comunicación efectiva entre varones y mujeres.

El desarrollo integral de los seres humanos implica entender que la humanidad es un conjunto complejo de factores físicos, sociales, afectivos, emocionales, intelectuales, éticos, espirituales y ningún aspecto importa más que el otro, sino que todos han de estar integrados en un modo armónico en la persona.

Cuando no se produce un desarrollo armonioso, entonces lo que ocurre es un desequilibrio existencial. El hombre, por negar su emocionalidad, potencia su racionalidad, haciéndose insensible frente a las emociones propias y ajenas. Por otro lado, si las mujeres aceptan el mito de la racionalidad masculina y la emotividad femenina, tenderán a minimizar su participación en actividades intelectuales o en la participación lógica de las relaciones, y se escudarán en un supuesto sustento biológico para ceder en un terreno donde no hay evidencias reales de que no puedan ser competentes.
La imposición machista de la racionalidad versus emocionalidad
Un mito repetido no se convierte en verdad por efecto de la repetición. Las mujeres expresan en términos más naturales sus emociones y sentimientos, y las culturas androcéntricas y machistas tienden a imponer esas diferencias como hechos sociales normales.

Los estudios que se han hecho sobre intensidad y expresión facial demuestran que emociones básicas como la alegría, el miedo o la sorpresa son vividas de manera similar en todas partes y de manera indistinta entre varones y mujeres, independiente de la genética, es lo que demostró Paul Ekman en 1960 .
La racionalidad supuestamente superior del varón

Tal como se da con la emoción también ocurre con la racionalidad. Los hombres la desarrollan más precisamente porque se los estimula desde pequeños a hacerlo, tal como a las mujeres se las direcciona en función de la emocionalidad.

Ciertamente los varones tienen más desarrollado el hemisferio izquierdo, es decir, el área de control racional y las mujeres el área del lenguaje y el hemisferio derecho que controla la vida emocional. Sin embargo, el biólogoAlberto Ferrús sostiene que: “De eso se ha extraído que las mujeres son más lábiles e impredecibles, lo que ha tenido consecuencias clínicas, como una mayor prescripción de ansiolíticos a las mujeres".

Sin embargo, la teoría actual sostiene que hay más inteligencias que la meramente racional e incluso se habla de la importancia que tiene la inteligencia emocional, lo que implica la relatividad del asunto. "Aunque existen diferencias cerebrales, ninguna de ellas justifica las acciones que en su nombre se toman", sostiene Ferrús.

En definitiva, como los expertos señalan, hay más diferencias cerebrales entre individuos del mismo sexo que entre varón y mujer, por lo tanto, derivar de allí una conclusión de mayor racionalidad para uno que para otro, no admite análisis. Lo que debería buscarse es una relación donde varón y mujer se respetasen, entendiendo que son diferentes, pero complementarios.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
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Originalmente publicado en Suite 101

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