Hasta hace no muchos años atrás lo habitual era que un hijo o hija llegando a los 20 años ya estuviera comprometido, se casara y se fuera del hogar paterno, para constituir su propio núcleo familiar. Luego, con la masificación de los estudios universitarios y terciaros, se fue extendiendo la edad hasta la finalización de las carreras, así que la mayoría empezó a quedarse en casa, sin casarse y manteniéndose en una zona de confort, son los llamados “adultos emergentes” que terminan quedándose indefinidamente o como los llaman en Japón "solteros parásitos".
Razones de que los hijos no se marchen
Cuando pasan los años difíciles de la adolescencia y las cosas se calman, es habitual que se produzca una especie de reencuentro entre padres e hijos. Al pasar los veinte años el ambiente familiar se torna más sereno, en parte por las responsabilidades que el joven asume, pero también por su propia madurez emocional. Allí comienzan a establecerse nuevas expectativas. Al limar las asperezas y terminar los enfrentamientos, los padres comienzan a sentirse aliviados y ven con tranquilidad que sus hijos se encaminan. Es en ese momento donde se hacen concesiones difíciles de enfrentar después, como permitir que el hijo profesional se quede en casa “mientras encuentra su camino”.
Sin embargo, lo que comienza por buenas razones se convierte en una carga. Los hijos terminan por no irse porque se sienten cómodos en casa y aprovechan, a bajo costo o sin pagar nada, los servicios que se les ofrecen: Casa, alimento, ropa limpia y la seguridad de no tener que comprar nada, porque ya está provisto por sus padres.
Es probable que la situación económica de muchos países esté contribuyendo a esta situación por la falta de trabajo, la dificultad de encontrar viviendas a bajo costo, los altos índices de la alimentación, sin embargo, el fenómeno termina por provocar otras complicaciones que son peor que la causa que la genera.
La historia que cambia
En los años sesenta, con el advenimiento de los movimientos de liberación y la rebeldía ante acontecimientos sociales, la mayoría de los jóvenes deseaba salir lo más rápidamente de sus hogares de origen. La situación es diferente en la actualidad donde son los padres los que quieren liberarse de sus hijos.
BBC Mundo informa de una pareja italiana que ha recurrido a la justicia para exigir que su hijo de 41 años abandone su hogar, es el segundo caso en Italia. ¿Será el inicio de una nueva tendencia?
Muchos optan por quedarse porque comen gratis y no deben pagar alojamiento ni servicios, de esa forma el dinero que ganan lo pueden invertir en autos, recreación y otras actividades.
Muchos padres toleran la situación creyendo que están contribuyendo al desarrollo profesional de sus hijos, sin embargo, a la larga termina siendo una carga pesada.
El peligro de recibir a todos sin marcharse de casa
Es probable que muchos padres crean estar ayudando a sus hijos, cuando en realidad lo que ocurre es que los limitan para aprender a asumir responsabilidades por sí mismos, las mismas que los harán madurar y enfrentar la vida de una manera diferente. De esta manera se está produciendo una generación de adolescentes eternos.
Un hijo o hija que no se marcha, probablemente no tendrá la capacidad de solución de problemas o la capacidad de vivir con lo que gana. Tampoco aprenderá a valerse por sí mismo buscando solución a sus problemas. Sus padres se convertirán de ese modo en sus mecenas permanentes, haciéndolos de paso, dependientes crónicos.
Regresar al hogar
Una faceta distinta del problema es de aquellos jóvenes que se van unos a estudiar para obtener una carrera universitaria y otros que ya siendo profesionales se van para tener su propia independencia. Sin embargo, muchos de ellos regresan después de estudiar o una vez que se han ido. Por diversos factores:
- Situación del mercado laboral.
- Costos de manutención.
- Escasez de viviendas.
- Pérdida del trabajo.
- Dificultades matrimoniales o de pareja.
Sea cual sea el caso, el problema sigue siendo el mismo. Los padres se ven ante la disyuntiva de tener que cargar con los gastos de hijos mayores, y con las tensiones que acarrea la convivencia con una persona que ya es independiente.
Para muchos hijos es muy duro volver, o quedarse. Sin embargo, lo que está preocupando a sociólogos y psicólogos que están estudiando el asunto es el grupo de aquellos que teniendo oportunidad de irse, prefieren quedarse por la comodidad que les suscita no tener responsabilidades
Si una persona no está pudiendo manejar la situación es necesario que pida ayuda profesional para confrontar a sus hijos con su falta de responsabilidad, antes de llegar al extremo de demandar judicialmente que el hijo se marche, como ya está sucediendo en algunos países.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
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Originalmente publicado en Suite 101
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