La moral es necesaria, el autoritarismo no. Cuando se juntan estos dos elementos los resultados son inestables y explosivos, provocando en muchos casos, desajustes de personalidad, rebeldía y excesos que se podrían evitar con un enfoque más equilibrado.
El autoritarismo, un mal endémico
El autoritarismo supone que el padre o la madre tienen una función unilateral, donde las elecciones y decisiones de los hijos no importan. En un contexto autoritario las ideas propias y la posibilidad de crear se consideran subversivas y una conducta rebelde.
Los
padres autoritarios no permiten la libre expresión y la posibilidad de elegir algo contrario a lo que los padres están imponiendo. La imposición y la arbitrariedad son lo común y lo único esperable.
La paternidad no es una democracia
Es verdad que la paternidad no es una democracia, pero tampoco debe ser una tiranía. Es preciso que sea lo suficientemente flexible para entender que los individuos también tienen derecho a elegir y a razonar por su cuenta.
La función paterna debe ser guiar, orientar, motivar, entusiasmar, nunca por medio del
autoritarismo motejar, denostar, aplastar, criticar, rechazar o atormentar.
Cuando la paternidad se entiende bien, entonces, se puede orientar a los hijos a asumir con respeto las decisiones de otros y a construir relaciones sanas y equilibradas.
Hijos, cuyos padres no les han permitido espacios de libertad, terminan convirtiéndose a su vez en personas que carecen de las habilidades necesarias para enfrentar la realidad de una manera sana y equilibrada. Tenderán hacia los extremos y se convertirán en personas dependientes de otros, incapaces de tomar sus propias decisiones con responsabilidad.
Efectos del autoritarismo paterno
En su libro, Raising a Responsible Child (Educando a un niño responsable), la escritora Elizabeth Ellis señala que: “Según muchos estudios, los niños de familias autoritarias que ejercen un control rígido no la pasan muy bien (…) Tienden a ser infelices y reservados, y tienen dificultades para confiar en los demás. Presentan los niveles más bajos de autoestima (comparados con los niños educados por padres que no ejercen un control tan marcado)”.
Un niño que no aprende a expresar sus opiniones en un clima de respeto terminará, por una parte realizando lo mismo con los demás, y por otro lado, inhibiendo su capacidad de expresión por miedo a ser rechazado y motejado.
La moral autoritaria
Lawrence E. Shapiro en su libro La inteligencia emocional de los niñosseñala que “los padres autoritarios establecen normas estrictas y esperan que sean obedecidas. Creen que los niños deberían ser ‘mantenidos en su lugar’, y los desalientan a expresar sus opiniones. Los padres autoritarios tratan de dirigir un hogar sobre la base de la estructura y la tradición, aunque en muchos casos su énfasis en el orden y el control se vuelve una carga para el niño”.
Esto es especialmente cierto en lo que se refiere a los valores y principios éticos que se espera que un niño adquiera. Cuando se impone un criterio moral, la reacción a menudo es rebeldía contra ese modelo que se presenta de manera unilateral.
Los niños pueden ser mantenidos sujetos, sin embargo, la reacción normal es que cuando llegan a la adolescencia se liberan de las ataduras que se les habían impuesto hasta ese momento, especialmente en el ámbito moral.
La dirección sin autoritarismo
Es verdad que los niños necesitan límites, están aprendiendo y en pleno crecimiento. También es cierto que dichas fronteras van a ser resistidas por los infantes. Sin embargo, cuando existe un clima directivo, pero amable y bondadoso, donde hay derecho a la expresión y a la libre opinión, al debate y la participación, entonces, los niños podrán aprender que no siempre será posible hacer lo que quieren, pero que son amados, estimulados y respetados. Aprenderán por lo mismo a respetar y a entender que los límites son necesarios.
Por el contrario, padres que imponen de manera unilateral, sin dejar espacio para opinión y desarrollo personal, generarán actitudes de
hostilidad y a la larga rebeldía y rechazo a todo lo que esté asociado con los padres.
En un ambiente autoritario abunda la represión, el castigo y formas disuasivas que no toleran la posibilidad de que alguien se oponga a lo que el padre o la madre formulan como normas inamovibles y únicas. Dichos niños cuando adultos se convierten en personas con
dificultades de interacción con otros, con problemas de autoestima y poco reflexivos en lo que realizan.
El camino directivo cariñoso
Los padres han de ser firmes, pero amorosos. Como señala la metáfora “sargentos con corazón de abuelita”. Sólo en un clima así es posible esperar que los niños desarrollen hábitos sanos, valores y principios equilibrados.
Es muy difícil que un niño pueda aprender criterios morales, diferenciando lo que está bien de lo que está mal, en base exclusivamente a directivas externas.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Se prohíbe la reproducción total o parcial del presente
artículo sin la autorización expresa del autor.
Originalmente publicado en Suite 101
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